CLASE N° 112: LECTURA DE LA OBRA "OJITO NEGRO Y YO" - CAPITULO 4 y 5
FECHA: 24 de JUNIO
CURSO: PLAN LECTOR
INICIO:
Estimados alumnos, hoy continuaremos con las clases de Plan Lector con la obra "Ojito Negro y Yo", para lo cual les brindo el capítulo IV y V, y la tarea deberán contestarla en una hoja y guardarlas en el fólder correspondiente para Plan Lector.
DESARROLLO:
OJITO NEGRO Y YO
CAPITULO IV: EL GUARDÍAN DEL BARRIO
Ojinegro, cuando creció era un perro grandote, lanudo, fuerte y corpulento.
Mezcla de San Bernardo y Ovejero.
Cuando se paraba en dos patas era más alto que yo y casi siempre;
nos tumbaba por obsequiarnos su lengüetazo, húmedo y cariñoso.
Los vecinos se turnaban para alimentarlo y a
veces duplicaba el tragón; pues no faltaba algún
amigo que le daba comida sobrante demás. Y
como si no hubiera comido nada, Ojito Negro,
repetía el plato sin dificultad; mismo “barril sin
fondo”, por lo comilón.
Si en esa época, hubiéramos comprado la
comida especial para perros que ahora se vende
en gran escala, estoy segura que una bolsa súper
grande, se la hubiera terminado en menos de tres
días.
Ojinegro, se había convertido en nuestro
más devoto amigo y compañero inseparable de la
patota, era uno más de los socios del club, sólo que
él no pagaba el sol, que nosotros si lo hacíamos
mensualmente.
A manera de agradecimiento se hizo
guardián de toda la cuadra, era el más excelente
guardián que había tenido el barrio por las noches,
ningún desconocido se atrevía a enfrentarse a
Ojinegro. Aunque no mordía a nadie, pero ladraba,
gruñía y enseñaba los dientes a los intrusos como
ninguno; que salían despavoridos, sólo mirando la
enormidad del perro. Y cuando se ponía en dos
patas y saltaba, con el tamaño que tenía; para
quien no lo conocía, verlo de noche debe haber
sido terrorífico.
Paradójicamente, de día paraba somnoliento
y bostezando el gracioso, pero de noche era el más
estupendo guardián que había tenido el barrio;
sigiloso, bullicioso, enorme y bravo.
A Ojinegro, le celebrábamos su cumpleaños
el día que lo recuperamos, es decir; todos los
catorce de junio. Y ya, habían pasado más de
cuatro años de nuestra revolución. Armábamos
una fiesta a todo dar, en el que agasajábamos a
Ojinegro con todo tipo de golosinas, especialmente
chizitos, bombones, galletas y hasta torta comía el
engreído. Si alguno se enfermaba o se empachaba
bastaba con acudir al farmacéutico, el afectuoso
señor Rebocio, quien tenía una farmacia en la
esquina de Sucre y Dos de Mayo, y él tan
humanitario siempre nos regalaba los
medicamentos.
Pero Ojinegro, tenía prohibido entrar a la
botica, porque encima los mostradores a modo de
vigías, descansaban más de ocho gatos; veteranos
todos, súper obesos y malgeniados, eran las
mascotas del señor Rebocio.
Se armaba la de San Quintín, cada vez que
Ojinegro se metía, arrasaba con todos los mininos;
provocando ladridos, maullidos, chillidos. Casi
siempre, algunos gatos terminaban magullados.
También Ojinegro recibía uno que otro arañazo,
sin embargo, así y todo le encantaba curiosear al
bandido. Era un verdadero quijote; pues cada vez
que estaba aburrido o estresado les hacía una
amigable visita.
Y hasta a mi me agarraron bronca los
michifuces, cada vez que me asomaba o me veían
u olían; se erizaban, maullaban ferozmente como
poniéndose a la expectativa y miraban con cara de
pocos amigos a modo de enfrentamiento, sin
provocación alguna.
En otras ocasiones, era genial llevar a
Ojinegro a las playas de La Punta, Cantolao o La
Arenilla. Se sentía mismo “Aquaman”, mostrando
su destreza para nadar y a manera de cuidarnos;
jugaba y acompañaba cuando entrabamos al mar;
pero de cuando en cuando, exhibía su forma de
nadar tan elegante como queriendo modelar. Se
zambullía, flotaba y chapoteaba en el agua como
ninguno de nosotros.
Esto ocasionaba la ovación, y el aplauso de
toda la muchachada y la mirada curiosa de los
bañistas. Y como retribuyendo el cariño, Ojinegro
se sacudía de contento, a modo de secar su largo
pelaje, salpicando a toda la patota y provocando
carcajadas de alegría.
Eran bellos tiempos, en los que para ayudar
a los amigos bastaba con un grito:
¡Ampay, me salvo y salvo a todos mis
compañeros, vivos o muertos!
“La felicidad no la encontramos solamente
en las cosas grandes; sino también en las cosas
pequeñas de la vida”
CAPITULO V: UN ZOOLÓGICO EN CASA
Papá se había vuelto súper flexible con
nosotros, dejaba que recogiésemos todos
los animalitos que los vecinos desdeñaban,
perros, gatos, pericos… y a veces, nos veíamos
obligados a recoger camadas enteras de perritos o
gatitos. Los hacíamos crecer, con todos los
cuidados necesarios para los cachorritos; dándoles
biberón, baño semanal, arropándolos y luego
cuando ya caminaban les buscábamos un nuevo
hogar. Previa evaluación del nuevo dueño, ¡claro!
Hasta un mono, llegué a tener en cierta
ocasión; duró sólo un día, porque el malhechor se
escapó al techo, robando un pescado. ¡Qué ladino!
robarse el almuerzo de la familia, ese día me
castigaron; enviándome a dormir temprano, sin ver
mis películas favoritas. Y lo peor de todo era que el
castigo se extendía a toda la semana.
“Alerta Roja”, le prohibió a papá que entrara
a consolarme a mi cuarto, porque según ella, él me
malcriaba, pero igual papá de manera encubierta,
siempre hallaba la oportunidad para estar a mi
lado; llevándome una taza de leche o algún libro y
brindándome su apoyo como siempre.
Pero, eso sí, no pude ver “El Llanero
Solitario”, ni “Rin Tin Tin”, mis programas favoritos;
porque el televisor se encontraba en la sala y ese
era terreno de “Alerta Roja”, y allí; ni papá, ni
“Plata”, ni “Kimosabi” me podían salvar. Y ese día,
me vi obligada a hacer, como dice mi hijo Carlitos,
cuando me molesto con él: ¡retirada, retirada…!,
créanlo.
Mi casa era un verdadero zoológico. Si, era
la dueña del corazón de papá, aunque él no estaba
mucho tiempo con nosotros, pues siendo marino
viajaba por diversos países, pero nos encargaba
tanto que Alcira me complacía a regañadientes. Ya
adolescente, era más selectiva, sólo albergaba
perros y gatos, porque podía enseñarles las
normas de la casa, aunque a veces, me ponían en
problema los granujas.
Casi siempre, sacábamos de quicio a “Alerta
Roja”, así le llamábamos a mamá, porque siempre
se andaba quejando de las travesuras que hacían
mis mascotas y ponía de vuelta y media la casa.
Cuando alguno de ellos se propasaba mordiendo o
rasgando su ropa, el taco de su zapato, el cordón
de luz, los hilos del costurero, el costurero, los
muebles o cualquier cosa que ellos confundían con
sus juguetes. Ese día, se le salía el volcán a “Alerta
Roja”, lanzando chispas y a punta de escobazos,
expulsaba a mi perrito o gatito a la calle.
¡Ah!, pero mis animalitos no se quedaban
atrás, porque armaban tremendo escándalo en la
puerta, ¡pobrecitos! Y a fuerza de ladridos,
maullidos y arañazos durante toda la noche; doña
abusiva, se veía obligada a aceptarlos nuevamente
en casa.
Además, los vecinos se venían a quejar que
en toda la noche, los gritos de los animales no los
habían dejado dormir. Bueno, sobre todo tío Jorge,
era el más quejoso y bien solapa con nosotros,
aconsejaba a mamá que tenga más paciencia y
calma con los chicos, que nos sentíamos solos por
tener lejos a papá. Que los pobres animalitos,
aunque traviesos nos acompañaban. Felizmente
cuando no estaba Raymundo, él era quien
intercedía y nos defendía de los excesos y
atropellos de “Alerta Roja”. En parte tenía razón
el tío Jorge, pues nosotros tratábamos de suplir la
lejanía de papá con nuestras mascotas pero
también nos encantaba tenerlos en casa.
¡Qué lindo era tener un tío así! ¡Y qué suerte!
La familia es nuestra fortaleza, es sencillo
decir que amamos, difícil es demostrarlo todos los
días… y eso, hay que hacerlo siempre
CIERRE:
Tarea: Realiza un resumen de lo más importante que entendiste de los capítulos 4 y 5, el resumen no debe exceder de 1 página y guardar esa hoja en tu folder de Plan Lector.
Para esta sesión no habrá necesidad de colocar un comentario en el blog, PERO al regreso de las vacaciones se indicará qué alumnos deberán presentar la tarea.
Las vacaciones son desde el 27 de julio hasta el 02 de agosto, retomamos las clases el 03 de agosto.
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